DILUCIDACIONES ENDOGÁMICAS DE UN PENSADOR FRACASADO
En días como hoy me fascina el ostracismo de mi existencia. Tanta soledad y silencio, este eco reverberando mi narcisismo a través de este proscenio que me hace vislumbrar un interrogante en el quicio de mi destino. Supongo que mis pasos suelen resultar incomprensibles, porque, en realidad, no ha sido fácil discernir hacia dónde viaja ésta supervivencia mía, tan llena de burbujas y pompas de jabón Lagarto, ahora los pinceles, ahora la pluma, siempre de aquí para allá, de casa en casa, de vida en vida, peinándome la barba y este pelo ralo, sentado en los bares y cediendo al despiadado placer de escribir algunos versos, sin buscar demasiado, sin hacer demasiado, dejando que mis huesos se pudriesen en un infame paraíso tornillero de herrumbre y de sombras chinescas. No me gusta hablar demasiado, y si sabes leer, será fácil que comprendas por qué, por qué, por qué. Reconozco que me paso la vida observando, entrelazando momentos, tratando de olvidar, de amortajar la mediocridad y los regüeldos del mediocre y las mentiras que han fabulado en sus estúpidos libros de caballerías. No necesito su crimen, su abrazo, su candor. Tampoco la compañía de los despojos de tantos artistas que no han tomado su medicina y soliviantan mis dedos con su impostura, mientras divago incoherencias al amparo del azul inabarcable de este cielo infinito. Entretanto, mi inspiración se solaza pensando en las musas, y apenas si consigo enhebrar algunas palabras en esta máquina que transcribe la teatralidad de mi amargura en la falda de su rodillo. Esas noches sin credos en que me vencen los vasos, este cansancio de vivir que me impide continuar con la gran farsa, con Dante y éste espectáculo mío, plagado de payasos y de marionetas que me aburren con los recuerdos de un pasado sin laureles. Y caído, defenestrado como un tango amargo, con el mástil tan duro como un diamante de mercadillo, soy incapaz de pensar más allá de la intrascendencia de mi soledad subterránea, mientras las uñas de mi nostalgia rascan el hormigón de las paredes de mi caja de zapatos con su roña, y mi vida languidece entre el delirio y los rescoldos marchitos de las novelas de los héroes de mi infancia.
Desengáñate. No soy el poeta maldito que has leído en las reseñas. No te hundas en el fango de la literalidad ni te adormezcas en el verbo falso de mi epitafio. Soy un ladino underground. Un taimado que cultiva ilusiones en su minifundio de sueños. Un francotirador que envenena tu mente con la depravación fracasada de sus versos. Poco a poco, he dilapidado mi fortuna de intenciones, mis años, las ilusiones que nunca supe encontrar en el mapa. El sol nace tras la persiana y los cadáveres duermen en sus tumbas esperando que alguien cumpla su promesa de vida eterna. El cieno va recubriendo mis ojos de tristeza y siento que lo único inteligente es soñar despierto y limpiarme con un buen pedazo de papel higiénico.
Pareces «sufrir» el mal de los artistas renacentistas, que lo miraban y tocaban casi todo. Llévalo con elegancia florentina, que ya no queman herejes.
Un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ese final es insuperable 👏
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias, Dennise. También por la visita.
Me gustaLe gusta a 1 persona
•~…que bestial…, tiene líneas que son para enmarcar…, tiene fuerza, un tono hacia la oscuridad del ser que me ha encantado. Aparte de la lucidez dentro de la “locura” del decir… un hilo conductor que no deja indiferente. Y por su puesto que no te falte el papel higiénico.~•
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias. Siempre tengo una gran reserva… Me alegra que te haya gustado…
Me gustaLe gusta a 1 persona
El formato que usaste para el texto dificulta mucho su lectura en el celular usando la App.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Malditos teléfonos
Me gustaLe gusta a 1 persona
Reflexiones en un cuarto oscuro. Bueno tu estilo. Disfruto leerte.
Me gustaLe gusta a 1 persona
👍
Me gustaLe gusta a 1 persona